26 de febrero de 2007

Hoy lloré...



Por ver hechos pedazos lo que un día tuve en mis manos,
y en mis manos estaba el conservarlo...

Por tener tanta tristeza dentro y que nadie esté enterado de eso,
y aún peor,
que a nadie le importe saberlo...

Lloré,
por darme cuenta
que un sueño se puede romper en un segundo
cuando las palabras golpean tan fuerte...

Lloré
por pensar que mi sensibilidad
la usan como excusa para dañarme...

Por reconocer que realmente las cosas están mal y no las puedo cambiar...

Por que no hago más que encontrar obstaculos en mi camino, y ya estoy empezando a cansarme de tanto intentar levantarme...

por que es duro

por que se supone que el esperar es dificil,
pero la incertidumbre es aun peor...

Porque me siento sola en esto y nadie entiende porqué lloro,
porque nadie está en mi lugar...

porque son cosas que yo misma me prohibí que pasaran,
pero pasaron, y ya no está en mi mano el cambiarlo, por mucho que me esfuerzo...


a mi tampoco me gusta hacerlo,
ni decirlo,
ni mucho menos
que me vean,

pero hoy
es necesario sacar esto de mí...
porque
hoy,
tambien lloré.

17 de febrero de 2007

No importa si no me creen

Se abre la puerta despacio. Casi como empujada por una ráfaga de aire; tenue, pero lo suficientemente fuerte como para lograr que quedase entreabierta. Pero no es el aire. Una sombra aparece tras ella.

El cuarto esta oscuro. Solo un pequeño hilo de luz que proviene de la luna entra a través de la ventana, casi cerrada por la persiana, para así evitar que la luz de la mañana penetre en el cuarto y adelante el comienzo de la jornada. Desde la cama se escucha una respiración. Profunda y tranquila y un movimiento acompasado de las sábanas. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Sólo una leve sábana te está cubriendo. Ya está llegando el calor.

Me acerco hacia donde estás yaciendo. No quiero hacer ruido. No quiero que te despiertes y descubras que me he colado en tus sueños. Necesito hablar contigo. Ya sé que no es el mejor momento, que debería hablar contigo cara a cara. Pero no creo que tenga muchas más oportunidades. Me intento convencer de que es lo más adecuado, así no habrá replica posible por tu parte. No habrá dialogo, pero necesitaba explicártelo, no quiero que te quedes mal. No podría soportarlo. Quizás recuerdes algo mañana. Quién sabe. Espero que sea así. No pretendo que te enfades conmigo, eres todo mi mundo ahora.

Te miro a la cara. Creo que estás más calmado ahora que ha pasado algo de tiempo. Esa es la impresión que tengo al verte, quizás no es así. Ojala pudiera ponerle remedio, pero es algo que siento que no es posible. Lo siento.

Ha comenzado a llover fuera. La lluvia cae con fuerza sobre el tejado. Me recorre algo parecido a un escalofrío, pero ya no sé si eso es verdad. No quiero distraerme más. Tengo poco tiempo. Vuelvo hacia ti. No es la mejor forma, te repito. No encuentro otra. Siempre fui cobarde, aunque te empeñes en negarlo. E intentaste ponerle solución. Creo que al final lo lograste. Si, lo lograste, me diste fuerzas. Y no pude devolverte el favor. Ni en mil años seré capaz de darte todo lo que me has dado. Ni siquiera me alcanzarían para agradecértelo. Fuiste mi mejor regalo.

Tranquilo. No te despiertes. Aún no he terminado. Tan solo necesito que me dejes un poco más de tiempo, sólo un poco más. Pronto amanecerá y debo irme antes de que eso ocurra.

Tengo tanto que decirte… pero no encuentro las palabras adecuadas, ni por donde puedo empezar a contarte. Es demasiado difícil explicar esto. Puede que no lo comprendas, pero debo intentarlo. Es difícil verte ahí, durmiendo, acaso soñando y no dejarse vencer por la tentación de acercarme y quizás volver a tocarte. Pero ahora es tiempo de explicar, de recordar, de aclarar.

Junto a ti puedo ver, sobre la mesa, fotografías. Hay bastantes, pero solo en una sales tú. Y yo estoy en ella contigo. Siempre recordaré el momento en la que la hiciste. No me gustaba demasiado esa foto, no salía bien en ella, pero a ti siempre te encantó. Entre risas decías que era por llevarme la contraria, te gustaba hacerme enfadar y luego venias a consolarme entre tus brazos. Me susurrabas unas palabras al oído y ya. Ya volvía a dejarme querer, se me pasaba cualquier enfado. Ya me acostumbre a ese método y me enfadaba sólo para que vinieras a consolarme, es mi forma de llamarte la atención.

Aún quisiera que eso pasara una vez más. O escaparnos como hacíamos a aquel parque al que nos gustaba tanto ir, solo a pasar un rato, para escapar del ruido urbano, nuestro oasis, en medio de tanto caos. Cuántos momentos hemos pasado allí. En verano, invierno, no importaba. Un simple paseo. O sentarnos en algún banco. O lo que más me gustaba, cuando empezaba a llegar el calorcito con la primavera, echarnos un rato sobre la hierba. Fresca. A veces húmeda. Pero de igual forma apetecible, y siempre evitando al guardia que siempre nos echaba de allí. Nunca me cayó bien ese hombre, pero me reia cuando nos volvía a ver por allí. Aunque, bueno, si no nos echaba el guardia de allí, lo hacia el estúpido sonido de tu móvil. Ya volvían a llamarte. Te juro que siempre odié ese aparato. Nunca me acostumbré a verte encadenado a el. Más de una vez pensé romperlo, y lo sabes. Pero, a la vez ese odiable y odiado aparato me unía a veces a ti, cuando no podíamos vernos en persona. Sonaba y nos devolvía a la realidad, pero con la esperanza de volver otro día más a aquel pequeño rincón.

Miro a mí alrededor. Aún a pesar de la oscuridad que lo envuelve todo, puedo distinguir la organización de tu habitación. No ha variado mucho desde que la vi por vez primera. Dice mucho de ti. Guarda los recuerdos que una vez viviste, por eso tienes pequeños detalles que a desconocedores de tu vida, no significan nada, pero que a todo aquel que conoce la historia de ellos, como es mi caso, provoca una sonrisa por que es difícil encontrar a alguien que se detenga en esos pequeños detalles. Vivimos, vives, en una época en la que las fotografías y la tecnología pretenden esconder los recuerdos. Pero te empeñas en pensar en que un objeto tan insignificante como una cajita te traiga a la mente más recuerdos de ese momento, que una fotografía de aquella situación.

Sé que bajo tu cama escondes varias cajas llenas de objetos y que, en momentos de soledad, rescatas del olvido y dejas que te cuenten, en silencio, la historia que encierran. Son tus momentos de nostalgia, y creo que todo el mundo los tiene. Sé tu secreto. Lo haces a escondidas, cuando nadie puede verte, pero yo he invadido a veces esa intimidad. Perdóname. No era mi intención. Te he visto emocionarte con algunos, llorar incluso, pero también reír. Y esas son las partes que más me gustan de ti. De un momento a otro, cambias radicalmente tu expresión. No te importa mostrar tus sentimientos en público. Ni la risa, ni el llanto. Aunque de este último ahora sé que prefieres reservártelo para momentos cuando estás solo. Te digo que eso no es bueno. Debes compartir tus tristezas con quien está junto a ti. Ya sabes a lo que me refiero.

Sé que me harás caso. Aún conservo esa intuición o sexto sentido, como prefieras llamarlo, que a veces hace que me adelante a lo que va a suceder. Lástima que no lo desarrollara como debiera. En fin, todo en la vida tiene un porqué. Quizás estaba escrito que fuera así. No le demos más vueltas. No tiene sentido. Ni solución. Esta vez no.

Acabo de acordarme… tenías un libro de Gabriel García Márquez entre tus estantes… Ya lo encontré. Sigue conservando dentro la rosa blanca seca que guardaste dentro. Me dijiste que ese libro te marcó, no me dijiste las razones, pero si que lo releías una y mil veces, y cada vez te decía algo nuevo y distinto, y te dejaba varios días con una sensación extraña por dentro, como si te estuviera hablando. En realidad, es eso lo que hacen los libros, sólo que algunas personas no los escuchan. Tú si lo conseguiste. ¿Hay algo que tú no logres hacer? Eres increíble. Me obligaste a leer este libro. He de confesarte, aquí, ahora que nadie nos escucha, que me encantó. Sigue leyéndolo, por favor, deja que te siga hablando. Aún tiene pequeños detalles que no has encontrado.

Todavía me pregunto de donde sacas tiempo para todas las cosas que haces. Y sin nunca mostrarte cansado. Cuando lo preguntaba, simplemente sonerías y decías que lo único que te agobiaba era la inactividad. Estás tan lleno de energías. Aunque últimamente no las muestras. Estás triste. No puedo verte así. Por eso vine. Sigues teniéndolas ahora también. No lo niegues. No reniegues de ellas. Busca nuevos proyectos y sácalos adelante. Como siempre haces. Vuelve a mostrar la sonrisa que tantas veces me sacaba de mi mundo y me hacia sentir viva. Ahora también lo conseguirás. Estoy segura de ello. Tranquilo, te ayudaré en todo lo que pueda. Te lo prometo. Confía en ti.

Esto es para lo que he venido. Tenía que decirte que no te abandones. Siento no poder hacerlo cuando estés despierto, pero no se me permite. Lo siento. Igual que siento haberme marchado casi sin despedirme de ti. Todo fue muy rápido. Casi ni a mi me dio tiempo de darme cuenta de lo que estaba pasando. No supe verlo, o tal vez no quise darme cuenta. Ya sabes la historia. Una simple revisión de rutina fue la chispa que encendió la mecha. Sabes que en ningún momento perdí la ilusión por seguir adelante. Más que por mí, lo hacía por ti. Sentía que no podía dejarte. Casi lo logramos, pero llegué demasiado tarde. No había vuelta atrás. Las cosas sucedieron y ya. Ese sería el plan. Quizás algún día consigas saber porqué; el destino es caprichoso y las cosas suceden por algo.

Tengo otra cosa que decirte. Debo decirte que no sufrí. No estés preocupado por eso. Descansa. Sé que puede sonarte extraño, pero viví mi muerte, si se me permite la paradoja. Me sentí desvanecer de pronto, mientras andaba por casa, ya se me permitía pasear por casa, había mejorado algo, dijeron los médicos. Sentí voces a mí alrededor. Luces. Movimiento. Las luces me cegaban y veía a gente a mí alrededor. No los conocía, pero me eran familiares. Ruidos. Veía cables. Podía sentir como me perforaban la piel. Y de pronto, todo cesó.

Abrí los ojos. Pude verme a mí misma. Pero desde arriba de la habitación. Estaba durmiendo. Creía que era un sueño, pero de repente supe que de este sueño no era posible despertar. Vi gente a mí alrededor, alrededor de ese cuerpo, que se parecía a mí, pero que ya no era mió. Está vez si reconocí los rostros que estaban en aquella habitación. Estabais todos los que más quiero en este mundo. Intenté gritaros, deciros que estaba bien, que no llorarais, pero por mucho que gritara, no podíais escucharme. Fue cuando lo comprendí todo. Había terminado mi actuación en el mundo. Comprendí que era el fin. Acababa de morir.

Te observo y sé que no te ha sido fácil. Nada es fácil y lo sabes. Pero te has olvidado de ese mínimo detalle. Y he venido a recordártelo. Es tiempo de levantar y seguir. Hazlo por mí, pero sobre todo por ti. No te permitas el lujo de continuar cayendo. No te lo permito. No fue culpa de nadie, no le des más vueltas. Quédate con las partes buenas. Nadie podría haberlo previsto, ni mucho menos haberlo evitado. Pero hay que seguir caminando.

Ya está amaneciendo y pronto vas a despertar. Debo irme. Ya cumplí con lo que vine a hacer. Tranquilo, no será la última vez que vuelva, te lo prometo. Pero tú debes prometerme que harás tu vida. Continua adelante, ¿de acuerdo?

Te quiero y eso nada ni nadie, ni siquiera el tiempo, ni la muerte ha sido, ni será capaz de cambiarlo. Ahora descansa. Tan solo un penúltimo beso más. Adiós mi amor. Tranquilo, sabes que volveré. Te dejo un pequeño detalle para que sepas que estuve aquí, tu sabrás donde encontrarlo. Hasta pronto.

…………………

Luís se despierta sobresaltado. Un sueño raro le había perturbado el descanso. Creía que la había visto. Se repetía una y otra vez que solo había soñado. Era una sensación extraña. Miró a su alrededor, pero todo estaba igual. Decide, de repente, que aunque le queda media hora más antes de que suene el despertador debe levantarse. Siente nuevas energías que le recorren el cuerpo. No son nuevas realmente, pero hacia tiempos que no las sentía. Se siente bien. Camina despacio hacia la cocina, donde su madre se queda sorprendida de verle ya allí.

- ¿Luís? ¿Ya te has despertado?
- Buenos días. Si, no sé, pero no tenía ganas de estar más rato allí.
- ¿Pasaste bien la noche? - Pregunta su madre, mientras le sirve una taza de café para ayudar a desperezarle.

Luís bosteza, aún tiene sueño.

- Pues te parecerá raro, a mí también me lo parece, pero he dormido como hace tiempo que no lo conseguía. No sé. Hasta he soñado, bueno, recuerdo el sueño.
- ¿En serio? Me alegro de que hayas descansado, ese es el buen camino. Todos deseamos que vuelvas a ser como antes…
- Déjalo, no sigas. Sabéis que por mucho que os empeñéis nada volverá a ser como antes. Ella no podrá volver. Todo ha cambiado.
- Tranquilo, cariño, no pretendía que te enfadaras. No me di cuenta. Lo siento.
-No te preocupes, lo sé. Perdóname, no debía haberme puesto así. Lo siento de veras.

Su madre sonríe. Le dio fuerte por esa chica, piensa para sus adentros. Se sienta a su lado. Lo observa detenidamente. Como ha cambiado en estos últimos meses. Ahora ve a su propio hijo como si fuera un desconocido, aunque sabe que en el fondo sigue siendo el mismo, pero le inunda el dolor. Aún tiene la esperanza de que algún día se encuentre a ese chico alegre y vital que solía ser. Todo se andará, se dice para sí misma, el tiempo cura las heridas.

- Bueno, me dijiste que habías tenido un sueño. ¿Puedo saber que soñaste? Si no quieres, no lo digas, no te preocupes, es simple curiosidad.
- Oh, tranquila, no me importa. No creo en esos cuentos de que se vuelven realidad. No fue ese tipo de sueño. Era muy real, pareciera que lo estaba viviendo. … Mamá, la vi. La escuché.

La madre se queda extrañada. Su cara delata sus pensamientos. Suspira; ya volvió a hacerlo… Así no avanzamos… ¡Ay, Luís, no te martirices más!

- No, mamá. Déjame que te explique, no te adelantes. No es como las anteriores veces. Otras noches he soñado con ella, pero de forma distinta. Antes la veía y me veía junto a ella, recordando cuando estaba… ya sabes…cuando estábamos juntos… Cuando aún vivía. Pero esta vez fue diferente. Me estaba hablando, estaba recordándome cosas que vivimos, como si estuviera junto a mi cama mientras yo dormía… era extraño… como si hubiera vuelto desde donde esté y me diera consejos. Me decía que estaba bien, y que volviera a ser como antes…
- Y es lo que debes hacer. No volver a ser como antes. Ya me has dicho que eso no, pero si debes seguir, tu estás vivo… pero debes dejar de soñar con ella. No es bueno, y lo sabes…
- Te repito que no fue así. Además, no quiero dejar de soñar, es allí donde únicamente puedo tenerla, volver a abrazarla y a sentir su corazón latir. No me niegues eso. Es lo que por ahora me mantiene cuerdo. Pero fue diferente, no soñé con ella. No la vi. Pero la sentí a mi lado…

Luís abandona su propósito de hacer ver a su madre lo diferente de este sueño. Jamás podrá entenderlo, piensa. Es inútil. El sabe lo que ha vivido, porque está seguro de que no lo ha soñado, y eso es lo que realmente le importa. Se da cuenta de que fue real y debe hacer caso a ella. Termina su taza de café y da la conversación por terminada. Se levanta y se dirige al baño a darse un ducha bien caliente, hoy que tiene más tiempo antes de comenzar la jornada.

Si tan solo lograran entenderme por una vez, no pueden ver lo que siento, me pregunto si alguna vez quisieron como la quiero a ella. ¿Qué me digo? Ni a mi peor enemigo le deseo lo que estoy pasando. No es humano este dolor que siento. Que amen, si, pero que lleguen a sufrir nunca esta desesperación… Estos pensamientos rodean la mente de Luís mientras recorre los pocos metros que separan la cocina del baño.

Se mete bajo la ducha. Sigue dándole vueltas a la cabeza del sueño, no puede quítaselo de la mente. Últimamente las cosas no han sido fáciles para nadie, ni para el ni para quien está a su lado. Sabe que no está solo, pero no necesita gente que le diga lo que debe hacer, tan sólo quiere que estén ahí, y que de vez en cuando hagan como que le escuchan, ni siquiera pide que le comprendan. Se conforma con tan solo que lo acompañen. No quiere sentirse solo. Sabe que no lo soportaría, aún no está preparado para enfrentarse al mundo.

Pero hoy es diferente. Le han vuelto las fuerzas. Aún desconoce como ha sido, ni porqué. Pero, por primera vez en bastante tiempo se encuentra a gusto, incluso cree que puede sonreír. Ahora se concentra en la ducha. Nota como el agua caliente resbala por su piel y causa en su mente una sensación de bienestar. Se está despertando también su mente. Ya puede pensar con más claridad. Cierra el grifo y coge la toalla. Sale de la ducha y se mira en el espejo. De repente cree verla de nuevo, reflejada en el espejo. No puede ser. Cierra los ojos y se los frota con la toalla. Vuelve a abrirlos. Nada. Voy a tener que dejar de verte en todos los rincones. Me vas a acabar volviendo loco, piensa Luís, al final van a tener razón y necesito desengancharme un poco. No les dejes que tengan razón.

Se termina de secar con la toalla. Se dirige hacia su habitación para vestirse. Tiene que llegar pronto al trabajo, no puede descuidarse más. Ha pasado demasiado tiempo bajo el agua, y ya oye desde lejos el despertador. Se queda sin tiempo.

En los últimos tiempos, opta por ir andando hasta el trabajo. No hace frío en la calle y así puede respirar un poco y hace algo de ejercicio, que siempre es bueno, opina. Tampoco está tan lejos, y así no usamos el coche y me evito atascos. Mejor a pie, entonces.

Elije vestuario. No hay mucha variedad. Lo que más cambia es la corbata. No le gusta el traje de ejecutivo, demasiado serio para él. Como el trabajo en sí. Pero bueno, son solo unas horas y después, hasta el próximo día. A Luís hoy nada puede cambiarle que vea las cosas de distinto ángulo. Hoy encuentra algo positivo en lo que, hasta hace unos días, le parecía oscuro y sin solución. Incluso él se lo notaba. Y eso le gustaba y le hacía estar más feliz. Empecemos. Pantalón. Camisa. Zapatos. Lo más difícil, la corbata… ya. Una lisa, no lo pensemos más. La chaqueta compañera. La deja sobre la cama. Primero debe arreglarse el pelo. Vuelve al baño. El espejo sigue empañado por el vapor de la ducha. No importa, la toalla lo arregla. Ahora tiene un trocito de espejo donde se puede ver. Un poco de gomina y se acabó. Sin más. Nunca ha sido muy amigo de arreglarse demasiado. Pero sabe que le queda el pelo así increíble. Siempre se lo decía ella, que estaba increíble con el pelo así, como despeinado, pero cada mechón justamente colocado, con un poco de gomina, para darle estabilidad. Antes de conocerla ni siquiera se intentaba peinar, pero ahora no sabe salir a la calle sin pasar un poco el peine. Ya está bien. Un poco de colonia y listo. Nos vamos, repite en voz alta a la imagen que hay en el espejo.

Pasa de nuevo por el cuarto para recoger la chaqueta y la mochila. En esto si que no cambia. Por mucho tiempo que pase, no deja la mochila y coge el maletín de piel, especial para el trabajo. Se resiste con el argumento de que ya está bastante disfrazado de serio, como para empeorarlo.

De repente, se da cuenta de algo. Mira hacia la estantería y ve el libro de García Márquez fuera del sitio que ocupaba en el estante. ¡Qué extraño!, se dice. No es corriente en Luís dejar los libros fuera de su sitio, es un chico muy organizado. Por eso le llama la atención. Y no recuerda haberlo cogido anoche, así que le extraña aún más que este así.

Se dirige hacia él. Quiere colocarlo en su sitio. Lo recoge y entonces es cuando decide abrirlo y darle un vistazo. Quizás encuentre algún pasaje que le ayude hoy y así dirija sus pensamientos hacia otras cosas y se le pase el día más rápido. No es la primera vez que hace eso con este libro. Es muy importante para él.

Lo abre. Y entonces… lo encuentra. Ahora está seguro de que no lo soñó. Ella estuvo a su lado esta noche. Ahora ya no lo duda. Una sonrisa se dibuja en la cara. Sabe que no fue un sueño. En el libro hay escritas a mano unas palabras. Es su letra. La letra de ella. Pocas líneas. Apenas dos. Pero lo suficiente para conseguir en Luís lo que llevaba intentando conseguir desde hace tiempo. Pero no se fija en el mensaje. Solo en el final. No es una despedida. Simplemente es un “Jamás me iré de tu lado. Te Quiero”.

“Date prisa, Luís, se hace tarde”. Se escucha desde la cocina. Pero a Luís ya no le importa nada. Sale corriendo de casa. Se siente nuevo. No puede dejar de sonreír. Ya vuelve a notar el aire golpeándole en la cara. Le gusta, es una sensación que notaba siempre, pero que ya no sentía. Ahora de nuevo si. Al rato se percata de algo. Lleva el libro en las manos. La lleva a ella con él.

16 de febrero de 2007

Es mi primera vez

Qué razón llevaba aquel que dijo una vez, que lo más dificil de las cartas es el comienzo...llevó ya un rato dandole vueltas a esto de presentarme. Realmente, o no sé que decir, o no sé como hacerlo. Decir tengo mucho que decir, pero no estoy segura de que merezca la pena.
¿Por qué un blog? Podria dar muchos motivos, pero ni yo misma los tengo claros. El más importante, a mi forma de verlo, sea tener un rinconcito en que desahogarme; donde contar mis impresiones del mundo, que son muchas, aun no conociendo nada del mundo, porque justo acabo de empezar mi camino por el; donde darme a conocer al mundo; donde simplemente, sea yo.
Y esa es una gran tarea. Requiere mucho esfuerzo por mi parte, ya que, como la mayoria del mundo, llevo puesta una máscara ante el mundo que me oculta, pero a diferencia del resto, ahora quiero quitarmela. He empezado por mi círculo de amistades (más de uno se está llevando sorpresas) y ahora, voy a ser yo tambien en mi pensamiento. Y para expresar el pensamiento, nada más efectivo que el lenguaje. Y nada mejor y más disponible que la red para hacerlo. Así que allá vamos.
Daré todo lo mejor de mi en este pequeño sitio, en los vértices del tiempo, donde nada y todo a la vez me afectará, donde seré yo sin miedo. Nada más por el momento.
Bueno sí, espero que os guste, está hecho de corazón.

Hasta la próxima.
Besos de mandarina
 
En los vértices del tiempo. Design by Exotic Mommie. Illustraion By DaPino