Estas últimas semanas ha estado esto demasiado apagado, y no por fallo del ordenador (que murió el sábado) si no por estres mental de la que escribe. Demasiadas cosas que hacer, planes que preveer y poco tiempo y ninguna capacidad de razonamiento que me lleve a organizar un planning de mis próximos días (notese que ni siquiera digo "cumplir", solo hacer).
Estrés, de nuevo, el temido por cualquier estudiante pongamos que en esta época. Y de nuevo del que te deja destrozada a la mínima, mirando al infinito, sin ver nada. Pero esta vez, llega antes de la época, cuando ni siquiera me había propuesto comenzar a organizar los apuntes, agrupandolos por temas. Han sido situaciones no demasiados buenas las que me han llevado a ese extremo.
Necesito desconectar. No me vale ya un paseo y de nuevo volver. Pero sé que se vuelve imposible y es ahora cuando tengo que demostrar que puedo, si no con todo, con gran parte de ello.
Para ello, me quedo con gestos, palabras y sonrisas de mi alrededor, que sin pretender solucionarlo, lo hacen todo más llevadero. Gracias si lo leeis, por que sabeis quienes sois.
Un pensamiento que me hizo salir del letargo en el que me hallaba, fue una frase que encontré perdida en cualquier libro el día que más negro veía mi futuro a corto plazo:
"Recuerda que por muy malos que sean tus días, solo duran 24 horas"
Pues eso, con esto me quedo.
P.D.: Una recomendación: "Un milagro en equilibrio" de Lucía Etxebarria, del que he hablado alguna vez.
Largos besos de mandarina.
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