Otra vez que intento hablar de tí y no me salen las palabras, solo la vergüenza de reconocerme en ti. Y ahora me reprochas el que haya querido compartir que me ocupas. Ya has vuelto a instalarte en mi consciente para martillearme por lo que hice antes. Eres como un novio celoso. Me quieres para ti, para nadie más y me golpeas el alma, hasta romperla, empezando por mi autoestima y seguido por las recriminaciones.

Y yo… yo soy aun peor, que me reconozco como víctima tuya pero sé que fui yo a tu encuentro, una y otra vez, y que tu sonreias mientras te abrazaba, sabedor de tu victoria ante mi.

Ahora…lo de siempre. Un día de rostros perdidos y pensamientos inacabables, porque son ilógicos, como tú lo eres, como fue tu aparición. Y puede que de nuevo vaya a tu encuentro, pero ya no es como antes, porque quiero cambiarte, huir de ti, porque nunca has hecho nada bueno por mi, porque todo es mentira y ahora, por tu culpa, hago daño a quien me quiere conocer… porque en el fondo sé que no soy quien soy, porque no me valoro, porque no me acepto, porque no me quiero. Hablo conmigo, hablo contigo, desdoblándome porque desde fuera las cosas son más faciles.

He buscado ayuda, pero sabes que me paro a mitad del camino. Sabes, porque vienes conmigo, que si no salen a mi encuentro me doy por vencida, cayendo en tus redes, porque eres yo.
Ojalá nunca te hubiera conocido, y ese día que te probé hubiera sido lo bastante fuerte como para decir no y “me quiero”; pero fuiste tentación, y yo Eva. Y volviste con buenas recompensas en forma de “te quiero”, pero no era así. No me querían por mí, me querían por tí, y eso ahora ya no me vale.

Pero no sé decir tu nombre, no sé decir el mio, porque soy cobarde...

Podría derramar lágrimas, pero o bien no quiero llorar más por tí, porque ya no te quiero para mí, o bien ya no me quedan lágrimas que me limpien el alma.

Me queda el sonreír, aunque no lo sienta, porque no puedo dejar que me vean como yo me veo...