- Estoy esperando.
- ¿El qué?
- Que me dejes
- No voy a dejarte. Te quiero muchisimo, ¿a que viene esto?
- Dejame ir contigo, quiero estar allí contigo, ¿te averguenzas de mi?
- Claro que no, ya te lo he dicho. Quiero estar solo.
- ¿Para qué?
- Para estar de luto. Para pensar
- Te quiero, ¿por qué no me dejas?
- Solo es un fin de semana
- ¿Por qué no me dejas que te quiera?
Y así, de un segundo a otro, comienzo a sentir. ¿Miedo? ¿dudas?
Terror, pánico lo llamaria; es más adecuado. Aunque no sé bien a que. No es el monstruo verde de ojos rojos que se esconde bajo mi cama, cuando era niña. Este es más refinado, pero sus objetivos son los mismos. Y yo no he dejado de ser aquella niña incredula, llena de inseguridades, de miedos, y de ganas de probar, de ganas de que la vida le dé esa oportunidad. Pero, ¿de que vale esperar si cuando te lo muestran lo devuelves por miedo a que se rompa entre los dedos?
Nadie dijo que nada fuera facil, y menos en ciertas cuestiones.
Y estas palabras vuelven a significar algo para tí. Un significado que antes no eras capaz de verle, porque no querias mirar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 notas al pie:
Publicar un comentario