31 de julio de 2007

Tiovivo

- ¡Aupa!
Cariñosamente, sentó a la niña sobre el caballo de blancos crines y relucientes, cuya mirada perdida y sonrisa permanente acaso pudieran asustar, pero que en la infancia provoca alegrías. De repente, el tiovivo inició su marcha, acompañado de una alegre y pegadiza melodía, mientras las figuras subían y bajaban. El padre bajó y se situó frente al carrusel, deseando ver a la niña que en cada vuelta alzaba su brazo para saludarlo, sin parar de reír, con sanas carcajadas que, junto con las del resto de chiquillos y la musicalidad de la feria, embargaban el ambiente.

El padre, David, mientras tanto tenía una sonrisa contagiada por su pequeña. En esos momentos, a su cabeza volvían recuerdos de su infancia, cuando sus padres lo llevaban a el de la mano hacia aquella feria para montarlo en su bello corcel y hacerle sentir lo más cercano posible a la felicidad absoluta… O aquella vez, de madrugada, en la adolescencia, cuando saltó las vallas del parque junto a una amiga para ponerlo en marcha y disfrutar del tiovivo ellos solos. Lástima que fuesen sorprendidos y tuviesen que escapar a toda prisa, sin por ello perder la sonrisa cómplice de quienes hacen algo prohibido.

Y ahora estaba el ahí, parado frente a aquel tiovivo que había permanecido allí, durante tantos y tantos veranos, moviéndose sin dirigirse hacia ningún lugar, con el simple propósito de divertir, acumulando sonrisas y recuerdos de inocentes que creen mágicamente, que la felicidad reside en su maquinaria. Todo aquel que venia a visitar el antiguo y majestuoso carrusel, pensaba David, lo hacía con la secreta convicción de que era una puerta abierta hacia los recuerdos y los acercaba a la felicidad.

Ahora, al ver a la pequeña, David comenzó a recordar. Muchas dudas lo habían asaltado al conocer la noticia del embarazo. En un comienzo, sorpresa e incredulidad, seguido de rechazo, negación, sentimientos de huida, de demasiada responsabilidad, carga (eran demasiado jóvenes, le había dicho miles de veces), de creer que las ilusiones y proyectos de futuro quedarían en simples sueños… Pero ella se negó. Quería continuar adelante, era fruto del amor entre ambos, no le exigió nada a David, solo se lo dijo, porque al fin de cuentas, era el padre, pero ella ya sabía que iba a llevarlo adelante, no importara como. Sentimientos todos ellos olvidados con el paso del tiempo, el la quería, la ama, y el embarazo era la manifestación más sincera del amor que se tenían. El le estará siempre agradecido de la fuerza que ella había mostrado cuando el flaqueaba. Cada día que pasaba, su ilusión, al igual que el embarazo crecía más y más. Hasta el día del parto.

David sabe que ese fue el día más feliz de su vida, y todos los miedos, hasta el más diminuto, desaparecieron, justo en el momento en el que tomó contacto por vez primera con su niña. Aquel contacto lo hizo fuerte para afrontar cualquier obstáculo que se presentara, porque ya no era su vida la que estaba en juego, ahora ella dependía de el. Aquella criatura desprotegida, que lloraba con todas sus fuerzas mientras agitaba los diminutos brazos y piernas en brazos de alguien extraño. Aun conservaba los restos del cordón umbilical que la habían unido físicamente a su madre y estaba toda cubierta por una fina capa de roja sangre, color que se confundía con su piel, provocado por los iniciales llantos. Esa niña, su pequeña, despertó en el padre un sentimiento tal, indescriptible, cuya expresión fue la salida de una solitaria lágrima que resbaló por toda su mejilla.

Ya no era capaz de imaginar otra vida que no fuera al lado de su niña. Volvió al presente y continuó observando la felicidad de su pequeña, que tambien era su felicidad, mientras el tiovivo seguía girando. Y David sonrió desde lo más hondo de su alma.

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En los vértices del tiempo. Design by Exotic Mommie. Illustraion By DaPino